Curso De AcompañAnte Terapeutico Uba Gratis



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Bajo la órbita del Consultorio de Asistencia Privada en Síndrome Autista (Capsa) de Mar del Plata, se dictará en Tandil el Curso de acompañante terapéutico en TGD y Autismo. Acompañamiento Terapéutico y pacientes psicóticos; Susana Kuras de Mauer y Silvia Resnizky. La nueva Ley de Salud Mental fomenta esta figura al platear la desmanicomialización, y en este marco lo que se plantea es la inclusión social del paciente, el tratamiento ambulatorio y crear instancias como el Centro de salud de Día las Casas de Medio Camino.


Este curso, que las profesionales dictan desde el año 2000, ha sido declarado de interés educativo por el Consejo Provincial de Educación de Río Negro y cuenta con el aval del Centro Regional Universitario Bariloche. El propósito de este curso es formar al Acompañante Terapéutico para interpretar consignas, realizar informes sobre su actividad y resolver inconvenientes habituales que se presenten en el ejercicio de su función.


Dirigida a: Sicólogos,, psicomotrisistas, integra ores escoalres, Estudiantes de carreras similares a la Salud Mental y público normalmente interesado en la temática. Servicios públicos, en aquellos lugares que promueven tratamientos siquiátricos alternativos a las internaciones, sea en procesos de des-manicomialización.


Hugo Valetti, director del Capsa Mar del Plata, y el equipo terapéutico del Capsa, bajo la modalidad de talleres prácticos. La Universidad Atlántida Argentina notifica que continúa abierta la inscripción para el inicio de sus carreras de grado y pregrado en el ciclo laborable 2018.


Coordinación y también Investigación del Acompañamiento Terapéutico (C.I.A.T.) con personería jurídica número treinta y cinco mil cuatrocientos cuarenta y nueve, es una entidad sin fines de lucro que se dedica a la formación, coordinación, supervisión e investigación del acompañamiento terapéutico, contando con una vasta lista de socios que crece año a año con exactamente la misma velocidad y CURSOS DE ACOMPAÑANTE TERAPEUTICO profesionalismo que la demanda lo requiere.


El acompañamiento terapéutico piensa la facilitación de la inclusión social de las personas que sufren un malestar psicológico, físico o relacional. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y popular.Los nuevos escenarios socioeconómicos y políticos en la Argentina, sumados a los cambios epidemiológicos de las últimas décadas, provocaron transformaciones en las condiciones de vida y en la cotidianeidad de la comunidad y uno de esos cambios en particular son los modos de enfermar de las personas, sin que aún se hayan revertido como corresponde las tácticas de respuesta en el sistema de salud para mitigarlos.No es que ya no hagan falta hospitales, ni medicamentos ni médicos, pero la de hoy prevalencia de males que están más vinculados con el accionar, tanto individual como social, nos plantea una urgente revisión de conceptos y operatorias que rigen las prácticas en los servicios de salud.Las enfermedades crónico-degenerativas, como además los accidentes traumáticos y de crueldad de distinta índole, sumados a la más grande supervivencia de pacientes con enormes déficits psicofísicos, han incrementado los índices de discapacidad, dejando a una cantidad enorme de personas limitadas para afrontar sus ocupaciones corrientes, tanto las similares con la vida productiva como la popular.La discapacidad, según la clasificación internacional del desempeño, de la Discapacidad y de la Salud (OMS) es un término genérico que comprende deficiencias, limitaciones de la actividad y restricciones a la participación.La persona con restricciones físicas, sensoriales o mentales sufre la discapacidad no por los padecimientos en sí mismos, sino como producto de sus derivaciones, oséa, por la exclusión de oportunidades educativas, laborales y de los servicios públicos que estas últimas desarrollan y son esas condiciones de aislamiento las que el sistema todavía no consigue cambiar.En la Argentina, según el último Censo 2010, el 12.9% de la población tiene alguna discapacidad, lo que supone más de 5 miles de individuos, de las cuales el 11.7% son menores de 15 años y el 48.5% forma parte de 15 y 64 años, es decir, compromete a la población más joven.Visto desde una visión económica, el aumento de la discapacidad y de la expectativa de vida y la disminución de la tasa bruta de mortalidad causan un incremento en el índice de dependencia (proporción de población no económicamente activa con respecto a la población económicamente activa), lo que significa un aumento de la cantidad de personas pasivas cuyos provecho sociales deben ser provistos por la población activa. por lo tanto, esto justifica ampliamente las necesidades de reformulación de los servicios y las modalidades de atención con prácticas, diferenciadas, menos complicadas, menos costosas y más oportunas.Por otro lado, la circunstancia se complica todavía más si sumamos las cuestiones de salud-enfermedad asociadas con una cultura de hiperconsumo que originan, ajeno de las sustancias involucradas, situaciones de compromiso sobreagregadas.En ese marco, el sistema de salud en en el país, que todavía es fragmentado y destinado a la utilización desmedida de la alta dificultad y tecnología (entendida como aparatología) especializada, obliga a un replanteo sobre la formación, el desempeño y la potencialidad de los equipos de salud.Tanto el financiamiento como el aspecto formativo han conspirado con la esencia misma del arte de curar, que es cuidar (origen etimológico de la palabra medicina, cuyo significado es: sanar, calmar, cuidar), figura que debe ser recuperada en todas las instancias y los principios de las novedosas costumbres de actuación.Lo “mental” y lo “no mental” del acompañamientoEl acompañamiento terapéutico constituye, para algunos, un dispositivo y para otros, una utilidad y tiene su origen hace décadas en el campo de la salud psicológica, a partir de la publicación, en 1947, de un libro de la Dra. M. A. Sechehaye –una terapeuta suiza– que proporciona cuenta de una de las primeras vivencias en este tipo de abordaje.Podríamos asegurar que, aun hoy, el acompañante terapéutico (AT) se mantiene estrechamente relacionado con dos cuestiones principales: por un lado, con el criterio psi del acompañamiento, y además, como la costumbre ubicada en relación con la medicina privada.Posicionados en una perspectiva integral e integradora de la salud y más allá, como dice Mías(2008), de los acuerdos que ya están respecto de la indivisibilidad de la salud del sujeto, en la práctica aún resulta complicado la aplicabilidad de estos conceptos, más allá de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV) mencione como anacrónica la distinción entre trastornos mentales y físicos, (American Psychiatric Association, 1995). Para revertir dichas situaciones, el AT necesita de un más grande afianzamiento como integrante del conjunto de salud, posicionarse como mediador que suma la cotidianeidad del tolerante y acerca las distancias que habitualmente hay entre la persona que padece y la institución responsable de la atención.Pero eso necesita una exclusiva perspectiva de lo que supone institución, aceptando que el llevar a cabo además edifica institucionalidad, reconociendo que los equipos de trabajo articulados, y no sólo el hospital o los centros de salud, son instituciones. suponer la institucionalidad nos obligaría a la cita de varios pensadores y académicos, pero tomamos el planteamiento de Castoriadis (1998) que afirma: “entiendo por institución normas, valores, lenguaje, utilidades, métodos y métodos de hacer frente a las cosas y de hacer las cosas…” y sigue: “aquello que mantiene unida a la sociedad es una institución.”De esa forma, el AT se irá instituyendo en el sistema sanitario desde el propio ejercicio, pero sabiendo que se es acompañante sólo acompañando.En instantes en los que las instituciones no sólo sanitarias sino educativas, jurídicas y sociales, entre otras, han naturalizado funcionamientos expulsivos, el AT puede facilitar una comunicación más directa con la persona padeciente, la familia y el conjunto tratante, además de hacer más simple la territorialización de la atención. Territorializar no remite sólo a territorio sector geográfica donde se debe intervenir, sino además, y primordialmente, a territorio sector relacional. es decir, como plantea Chiara (2011): “supone diferentes métodos de apropiación del territorio, que se ponen además en juego en la construcción de la estructura sanitaria”.Dicha acción comporta la posibilidad de una apertura de las instituciones mencionadas a realidades y dinámicas sociales complicadas, frecuentemente desconocidas por el desempeño endogámico en que se ha caído.Pero para profundizar dicho proceso, la formación y la actividad de los agentes deben escaparse de las viejas prácticas y los modelos ideológicos dogmáticos, evadiendo quedar atrapados en el mismo funcionamiento; ello supone un profundo enfrentamiento en todos los espacios formativos y de administración, que interpele además la voluntad de todo el equipo de salud para diluir posibles resistencias.Visto desde una visión integradora de la salud, el AT es entonces un trabajador sanitario, capacitado para cuidar, calmar en diferentes situaciones y males, ya sean psíquicos, físicos, sociales o académicos, a modo de gadget preventivo. El acompañante, en estos términos, va a ser un nuevo integrante del equipo de salud pública complementario, facilitador y promotor en la tarea de reforma del modelo de atención. Un modelo de atención que, además, pone en peligro al propio sistema por lo desgastado y poco efectivo.El AT supone, en ese marco, facilitar la incorporación social de las personas que sufren un malestar psíquico, físico o relacional y suponer la salud sin un territorio especial. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y social, pero de modo vivencial y no interpretativo, con potencialidad de promover capacidades remanentes y generar programas solidarios de contención para lo cual poner el cuerpo es su utilidad principal.


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