Curso De AcompañAnte Terapeutico Unla



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Bajo la órbita del Consultorio de Asistencia Privada en Síndrome Autista (Capsa) de Mar del Plata, se dictará en Tandil el Curso de acompañante terapéutico en TGD y Autismo. Acompañamiento Terapéutico y pacientes psicóticos; Susana Kuras de Mauer y Silvia Resnizky. La nueva Ley de Salud Mental promueve esta figura al platear la desmanicomialización, y en este marco lo que se plantea es la inclusión social del paciente, el tratamiento ambulatorio y crear instancias como el Hospital de Día las Casas de Medio Curo de Acompañante terapeutico Camino.


Se desempeña bajo la dirección y supervisión de profesionales (sicólogos, siquiatras), y sus acciones están orientadas a contribuir al tratamiento de personas con padecimientos mentales. El propósito del curso es brindar a los participantes herramientas teóricas y prácticas que permitan insertarse laboralmente, tanto en ámbitos de salud como de educación, a través del desarrollo de las funciones propias del acompañamiento terapéutico.


La capacitación y especialización de profesionales de la salud procedentes de carreras no médicas (Enfermería, Kinesiología, Fonoaudiología, etcétera. Será un curso teorético clínico, con acento en lo clínico y las personas pueden ser de extensa gama (salud, docencia público generalmente).


La Fundación EFFATA (de ayuda a la persona sueca e hipoacúsica) notifica que se encuentra abierta la inscripción al Curso de Acompañante Terapéutico en Salud Mental y Discapacidad, Experto en Lengua De Señas”. El trabajo del Acompañamiento Terapéutico, según las áreas, es reconocido por los sistemas de salud, los que requieren la certificación de este saber para ser reconocida dicha prestación.


Nuestro curso desarrolla la capacitación del acompañante terapéutico experto en rehabilitación neurológica y traumatológica. Operadores socios comunitarios en adicciones y personas con títulos de base, se efectuará en Brinca el CURSO de FORMACIÓN ACOMPAÑANTES TERAPÉUTICOS, a partir del mes de Agosto y durante un año.


El acompañamiento terapéutico supone la facilitación de la incorporación popular de las personas que padecen un malestar psicológico, físico o relacional. Se transforma, entonces, en un servicio de apoyo sanitario y social.Los nuevos escenarios socioeconómicos y políticos en la Argentina, sumados a los cambios epidemiológicos de las últimas décadas, provocaron transformaciones en las condiciones de vida y en la cotidianeidad de la comunidad y uno de esos cambios en especial son los modos de enfermar de las personas, sin que por el momento se hayan revertido adecuadamente las tácticas de respuesta en el sistema de salud para mitigarlos.No es que por el momento no hagan falta hospitales, ni medicamentos ni médicos, pero la actual prevalencia de padecimientos que están más vinculados con el accionar, tanto individual como social, nos expone una urgente revisión de conceptos y operatorias que rigen las prácticas en los servicios de salud.Las enfermedades crónico-degenerativas, como además los incidentes traumáticos y de crueldad de distinta índole, sumados a la más grande supervivencia de pacientes con grandes déficits psicofísicos, han incrementado los índices de discapacidad, dejando a una cantidad enorme de personas limitadas para afrontar sus ocupaciones corrientes, tanto las relacionadas con la vida productiva como la social.La discapacidad, según la clasificación en todo el mundo del funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (OMS) es un término genérico que comprende deficiencias, limitaciones de la actividad y restricciones a la participación.La persona con restricciones físicas, sensoriales o mentales sufre la discapacidad no por los males en sí mismos, sino como producto de sus derivaciones, oséa, por la exclusión de oportunidades educativas, laborales y de los servicios públicos que estas últimas desarrollan y son esas condiciones de aislamiento las que el sistema todavía no logra modificar.En la Argentina, según el último Censo 2010, el 12.9% de la población tiene alguna discapacidad, lo que implica más de 5 miles de individuos, de las cuales el 11.7% son inferiores de 15 años y el 48.5% está entre 15 y 64 años, es decir, compromete a la gente más joven.Visto desde una visión económica, el aumento de la discapacidad y de la expectativa de vida y la reducción de la tasa bruta de mortalidad causan un incremento en el índice de dependencia (proporción de población no económicamente activa con respecto a la gente económicamente activa), lo que significa un aumento de la proporción de personas pasivas cuyos beneficios sociales deben ser provistos por la gente activa. entonces, esto justifica ampliamente las pretenciones de reformulación de los servicios y las formas de atención con prácticas, diferenciadas, menos complejas, menos costosas y más oportunas.Por otro lado, la circunstancia se complica todavía más si sumamos las cuestiones de salud-enfermedad asociadas con una cultura de hiperconsumo que originan, ajeno de las sustancias involucradas, situaciones de compromiso sobreagregadas.En ese marco, el sistema de salud en en el país, que sigue siendo fragmentado y destinado a la utilización desmedida de la alta complejidad y tecnología (entendida como aparatología) especializada, obliga a un replanteo sobre la formación, el desempeño y la potencialidad de los equipos de salud.Tanto el financiamiento como el aspecto formativo han conspirado con la esencia misma del arte de sanar, que es proteger (origen etimológico de la palabra medicina, cuyo concepto es: sanar, calmar, cuidar), figura que debe ser recuperada en todas las instancias y los principios de las novedosas modalidades de actuación.Lo “mental” y lo “no mental” del acompañamientoEl acompañamiento terapéutico constituye, para algunos, un gadget y para otros, una utilidad y tiene su origen hace varios años en el campo de la salud psicológica, desde la publicación, en 1947, de un libro de la Dra. M. A. Sechehaye –una terapeuta suiza– que proporciona cuenta de una de las primeras experiencias en esta clase de abordaje.Podríamos garantizar que, aun hoy, el acompañante terapéutico (AT) sigue estrechamente vinculado con dos cuestiones principales: por un lado, con el criterio psi del acompañamiento, y además, como la costumbre situada en relación con la medicina privada.Posicionados en una perspectiva integral e integradora de la salud y a pesar, como dice Mías(2008), de los acuerdos que ya están respecto de la indivisibilidad de la salud del individuo, en la práctica por el momento resulta complicado la aplicabilidad de estos conceptos, más allá de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV) mencione como anacrónica la distinción entre trastornos mentales y físicos, (American Psychiatric Association, 1995). Para revertir dichas situaciones, el AT necesita de un más grande afianzamiento como integrante del equipo de salud, posicionarse como mediador que suma la cotidianeidad del paciente y acerca las distancias que habitualmente hay entre la persona que padece y la institución responsable de la atención.Pero eso necesita una nueva visión de lo que supone institución, aceptando que el llevar a cabo además edifica institucionalidad, reconociendo que los equipos de trabajo articulados, y no sólo el hospital o los centros de salud, son instituciones. reflexionar la institucionalidad nos obligaría a la cita de varios pensadores y académicos, pero tomamos el planteo de Castoriadis (1998) que afirma: “entiendo por institución normas, valores, lenguaje, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y de llevar a cabo las cosas…” y sigue: “aquello que mantiene unida a la sociedad es una institución.”De esa manera, el AT se irá instituyendo en el sistema de salud a partir del propio ejercicio, pero sabiendo que se es acompañante sólo acompañando.En momentos en los que las instituciones no sólo sanitarias sino educativas, jurídicas y sociales, entre otras, han naturalizado funcionamientos expulsivos, el AT puede facilitar una comunicación más directa con la persona padeciente, la familia y el equipo tratante, además de hacer más simple la territorialización de la atención. Territorializar no remite sólo a territorio sector geográfica donde hay que intervenir, sino además, y primordialmente, a territorio área relacional. oséa, como expone Chiara (2011): “supone diferentes modos de apropiación del territorio, que se ponen además en juego en la construcción de la composición sanitaria”.Dicha acción comporta la oportunidad de una apertura de las instituciones nombradas a realidades y fluídas sociales complicadas, muchas veces desconocidas por el funcionamiento endogámico en que se ha caído.Pero para reforzar dicho desarrollo, la formación y la actividad de los agentes tienen que escaparse de las viejas prácticas y los modelos ideológicos dogmáticos, evadiendo quedar atrapados en el mismo funcionamiento; ello piensa un profundo debate en todos los espacios formativos y de gestión, que interpele además la intención de todo el conjunto de salud para diluir probables resistencias.Visto desde una visión integradora de la salud, el AT es entonces un trabajador sanitario, capacitado para proteger, calmar en diferentes ocasiones y padecimientos, ya sean psíquicos, físicos, sociales o educativos, en forma de dispositivo preventivo. El acompañante, en estos términos, va a ser un nuevo integrante del equipo de salud pública complementario, facilitador y promotor en la tarea de reforma del modelo de atención. Un modelo de atención que, además, pone en compromiso al propio sistema por lo desgastado y poco efectivo.El AT piensa, en ese marco, facilitar la incorporación popular de la gente que sufren un malestar psicológico, físico o relacional y reflexionar la salud sin un territorio particular. Se transforma, entonces, en un servicio de apoyo sanitario y popular, pero de modo vivencial y no interpretativo, con potencialidad de fomentar capacidades remanentes y crear programas solidarios de contención para lo cual poner el cuerpo es su herramienta principal.


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